Por Álvaro Martínez (Diputado provincial PRO-Cambia Mendoza)*

Meses atrás nadie podía imaginar que el mundo estaría inmerso en una pandemia, lo cual hizo que todos tuviéramos que plantearnos cómo afrontar esta “nueva realidad”. En muchos Estados se impuso una falsa dualidad sobre qué tema es más importante si la salud o la economía, en especial en aquellos Estados que atraviesan grandes crisis económicas o cuyos gobernantes son fanáticos empedernidos de los Estados autoritarios y la postergación de derechos.

El caso de Argentina es, si se quiere, uno de los ejemplos en donde “enamorarse de una cuarentena estricta”, sin ningún otro plan, ni sanitario ni económico está trayendo grandes problemáticas, no sólo en la salud y la economía sino también a las instituciones democráticas.

Argentina lleva 170 días de cuarentena, esto quiere decir que el país está funcionando a media máquina (en el mejor de los casos) hace ya 20 semanas. En el transcurso de ese tiempo se han sufrido distintos atropellos a las instituciones democráticas como son el no funcionamiento del Congreso Nacional, de la Justicia y la proliferación de un centralismos basados en el miedo, los aprietes y las más vulgares prácticas políticas típicas de los gobiernos totalitarios como pueden ser los de Nicolás Maduro, Miguel Díaz-Canel (sucesor directo de Fidel y Alejandro Castro) y Alberto Fernández.

En concordancia con lo expuesto, observamos que a menudo los dictadores y pseudodictadores latinoamericanos son amantes de la acumulación de poder en mano propia, lo que nos lleva al segundo punto que se pretende abordar y ejemplificar, nuevamente, con la triste realidad argentina: la dependencia de las provincias o Estados Federales del Gobierno Nacional o Gobierno Central.

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Independientemente del tópico en cuestión, es habitual que se asocie de manera errónea y casi unívoca a la República Argentina con Buenos Aires, invisibilizando al resto de las provincias argentinas. Esa falsa asociación que comúnmente se observa no resulta extraña, pues los argentinos vivimos -en efecto- en un país macrocefálico y raquítico a la vez. No por nada, quienes vivimos en la provincia de Mendoza, solemos decir en tono de resignación “Dios está en todos lados, pero atiende en Buenos Aires”.

Sólo por citar algunos datos que ilustran este punto, podemos mencionar el enorme desbalance que existe a nivel poblacional entre la provincia de Buenos Aires y la media nacional. Aproximadamente, el 39% de la población reside en la Provincia de Buenos Aires, esto es, 17.500.000 de las 45.000.000 de personas que habitan la Argentina.

Con estos datos, y habiendo hecho alusión sólo a cifras poblacionales, es de esperar que la Argentina resulte lastimosamente un excelente ejemplo de falta de desarrollo regional y centralismo estatal, realidad que bien se repite (de forma análoga) en varios Estados Latinoamericanos.

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La experiencia argentina ha demostrado que la enorme cantidad de recursos económicos de los que el Estado Nacional dispone, produce un daño inmenso al federalismo que nuestro país predica a viva voz en su Constitución Nacional, pero rara vez cumple. Más aún, el decisivo peso electoral que poseen las grandes provincias o Estados Federales ha llevado a que los gobiernos populistas hayan dispuesto de forma arbitraria y discrecional los recursos del Estado Nacional, en nuestro caso, favoreciendo históricamente a la provincia rioplatense y a aquellas que son obedientes y cómplices del gobierno de turno.

Los últimos meses, la pandemia que azota al mundo debida al virus COVID-19, ha impulsado a los Estados a imponer cuarentenas más y menos estrictas, y a ampliar sus bases monetarias. Esto último, para financiar los gastos extraordinarios en los que se ha incurrido con el fin de paliar los efectos económicos asociados a las cuarentenas, entiéndase, recesión económica y aumento de la tasa de desempleo. En la Argentina, por ejemplo, se dispusieron alrededor de $510 millones de dólares, para ser inyectados en los diferentes estados provinciales. Naturalmente, se esperaría un criterio de reparto primordialmente poblacional, pero, en su lugar, existen inmensas inequidades que favorecen a las provincias con gobiernos de color oficialista. Peor aún, la transferencia de los fondos en el caso de la provincia de Mendoza, ha sido usada como un elemento de negociación para forzar a la provincia a ceder en muchos puntos relacionados con lo que será una de las obras de infraestructura más importantes de la historia argentina y una de las más grandes de Latinoamérica conocida como presa y central hidroeléctrica Portezuelo del Viento.

PUBLI 7 AGOSTO 2020

Como se puede apreciar, y lo marcábamos al comienzo, enamorarse de la cuarentena bajo la falsa dicotomía de salud o economía, sólo le es funcional a los gobernantes adictos al poder, siempre inescrupulosos a la hora de coartar derechos individuales y confesos enemigos de la propiedad y las empresas privadas, las únicas generadoras de trabajo y riqueza real. Sería un error pensar que lo relatado sólo ocurre en la Argentina, pues es una realidad que se repite en muchos países latinos.

Lo que debemos preguntarnos es qué va a pasar después de que la pandemia ceda, qué va a pasar con la cantidad de puestos de trabajos perdidos, de economías devastadas y de gobiernos autoritarios que, abusando del miedo y la mentira, fueron cercenando lenta pero ininterrumpidamente nuestros derechos tanto individuales como colectivos. ¿Los gobiernos que se enamoran de la cuarentena, piensan en una salida o espera que dure para siempre?

*También publicado en Bien cuyano.

PUBLI 1 AGOSTO 2020
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