Todo pasa, dijo Julio Grondona, el entonces todopoderoso pope de la AFA, fallecido muy oportunamente meses antes de que se produjera el escándalo por el manejo del fútbol mundial y la existencia de múltiples coimas que lo tocaba directamente.
En la política, incluído el famoso tiempo del encanto es muy corto, y llega el período del desencanto, el desengaño y la equivocación. Hoy nos encontramos en ese período, subsistiendo a las complicaciones históricas de este país y también esperanzados que se vayan corrigiendo después de dos años de gobierno matizados por la pandemia, que en el fondo no tienen que ver entre si, me parece. Lo cierto, es que la sociedad comienza a estar ya algo fastidiada y muestra su hartazgo por la desfachatez que descubre entre el encanto y del desencanto. Malargüe, por cierto, no es ajeno a ello en estos últimos tiempos.
Del desencanto se dice que: “es un estado de ánimo bien contagioso y en el mejor de los acontecimientos, similar a la decepción, la desilusión y la equivocación”. Permítaseme ser un tanto ingenuo y considerar la diferencia entre lo que uno se había ideado, deseado o imaginado que iba a suceder en este país y en nuestro departamento una vez cumplidos más de 2 años de gestión en que todo lo que no se hace o se hace mal es achacable al suceso pandémico, sirviendo éste para disimularlo todo.
No se sabe bien cuándo empezó exactamente el desencanto, pero si consideramos lo actuado comparándolo con lo prometido en campaña podemos aseverar sin temor a equivocarnos de que estamos frente a una muestra notable.
Reforzando la sensación de desencanto aparecen la soberbia y el abuso del poder por parte de aquellos a quienes la sociedad les confió la tarea de administrar el estado (nacional, provincial o municipal) y que creen o al menos se conducen como si de sus propiedades privadas se tratare.
Así tenemos una vicepresidente que utiliza para su uso privado bienes tales como la flota aérea presidencial, generando gastos elevadísimos que paga el pueblo todo con su esfuerzo diario; o delegaciones de ministros, gobernadores e intendentes que bajo el pretexto de buscar inversiones internacionales que nunca llegan, realizan turismo oligárquico que el pueblo paga en copiosas sumas en dólares.
Pero nuestro departamento tiene su parte a cargo de personas que pareciera que tienen a la función pública como un bien que no tiene fin.
El individuo tiene el poder y con total impunidad lo usa para su propio beneficio en claros ejemplos de corrupción.
Un caso paradigmático de impunidad y abuso de poder sucede a diario en la Municipalidad de Malargue. Tal cual se puede observar en las fotos aparece sin atisbos de vergüenza, el coordinador de servicios públicos Luis “Lucho” López junto a su amigo en un alto con asado de por medio en un hermoso día de pesca en Valle Hermoso, empleando el vehículo municipal Land Rover sin carteles que lo identifique como municipal, (foto 1). De más está decir que usa combustible municipal y como agravante puede agregarse que no posee papeles para circular ni patente. El hecho ocurrió el día 6 de marzo del año en curso. En la foto 2 se ve al citado funcionario comenzar la jornada de pesca. ¿Comprarían el asado de su bolsillo? Está visto que el citado empleado hace uso y abuso de su impunidad y exceso de poder con frecuencia ya que un domingo fue visto paseando con su familia en la misma movilidad, ocasión en la que se vio obligado por personal de migraciones y gendarmería a regresar desde Las loicas por la carencia de documentación del vehículo.
Existe otro caso: el 25 de diciembre 2021 en Valle Hermoso una camioneta Toyota color blanca alquilada a una empresa local y sin cartel de identificación era conducida por Sr Juan Perea, quien se desempeña como jefe del taller metalúrgico municipal, acompañado por su familia. Si mal no recuerdo existe una ordenanza que exige que las movilidades propias y alquiladas deban tener carteles identificatorios, lo mismo ocurre con la existencia de un nomenclador de funciones del empleado municipal. Be
Además, debe quedar constancia en la planilla de movimiento del parque automotor del número interno del vehículo, marca, datos del conductor, acompañantes y tarea a cumplir. Dicha tarea debería estar a cargo del portero de turno.
Estos casos representan un claro ejemplo de abuso de los bienes municipales por un lado y de la existencia de un marcado descontrol por parte de quienes deberían cumplir con esa tarea.
Vale la pena recordar ¿Qué es la ética del funcionario público?: “El funcionario público debe actuar con rectitud y honradez, procurando satisfacer el interés general y desechando todo provecho o ventaja personal, obtenido por sí o por interpósita persona; manteniendo en todo momento una conducta honesta y transparente en el uso de los bienes del estado”. Nada de eso ocurrió en ese caso.
Los hechos consignados parecen constituir una práctica habitual en la gestión municipal no limitada simplemente a los señores López y Perea, sus respectivas familias y amiga o allegada.
Si los funcionarios de más alto rango no tienen conocimiento de lo que ocurre, algo pasa. Si lo tienen y no lo actúan denunciándolo, son cómplices de los mencionados funcionarios que cometen irregularidades. Y esto alcanza también al departamento deliberativo, el cual debería advertir al Sr. Intendente la ocurrencia de las irregularidades.
Evidentemente esto no es nuevo. La actual crisis de valores no logra componer un estado austero y transparente de cara a la sociedad; sin depender por entero de las malas artes, la ambición de poder o la incapacidad de media docena de líderes mezquinos, más unos cuantos ignorantes con poder.
Nuestro intendente es un buen orador. Es admirable escucharlo hablar de honestidad y transparencia y de obras a ejecutar; pero el accionar de algunos de sus colaboradores no le ayuda mucho a demostrarlo.
Muy saludable sería que se tomara el trabajo de constatar e investigar, adoptando las medidas pertinentes a un verdadero jefe de estado municipal.
Por otra parte la construcción del revestimiento mediante canto rodado de 100 m de cuneta no representa precisamente las características de una gran obra pública. Pero ese es un tema para abordar en otra ocasión
Por Horacio Marinaro (NdR: Las fotos que ilustran el interior de esta nota fueron suministradas por el firmante tal como se han publicado).
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