En el marco de la peregrinación por el Día del Trabajo organizada por la Diócesis de San Rafael en Malargüe este año jubilar 2025, un gesto sencillo pero cargado de simbolismo del administrador apostólico, monseñor Marcelo Mazzitelli, no pasó desapercibido para los malargüinos. La actividad, realizada el jueves 1 de mayo en nuestra ciudad, reunió a fieles, autoridades y trabajadores en una caminata de fe y compromiso.
Durante la peregrinación, mientras encabezaba la columna junto al intendente Celso Jaque y otros funcionarios, monseñor Mazzitelli sorprendió al salirse del grupo para dirigirse expresamente a la estación de servicio YPF La Cordillera. Allí, saludó a los empleados que se encontraban trabajando y les agradeció personalmente por su labor, en una fecha tan significativa como el Día del Trabajador.
El gesto fue captado por Jorge Aburto, fotógrafo del área de Prensa de la Municipalidad de Malargüe, y rápidamente comenzó a circular por redes sociales, generando comentarios positivos entre vecinos y participantes de la marcha. “Los pastores con olor a ovejas”, había dicho el Papa Francisco, instando a los obispos a estar cerca de su pueblo, más allá de su pertenencia activa a la Iglesia. Mazzitelli, claramente, sigue ese camino.

No fue una escena preparada ni protocolar. Fue un acto genuino de cercanía, de esos que conmueven porque demuestran que el mensaje va más allá de las palabras.
Designado administrador apostólico por el Papa Francisco tras la sorpresiva renuncia de monseñor Carlos María Domínguez, Mazzitelli ha manifestado una y otra vez su intención de construir una “Iglesia en salida”, como propuso el pontífice fallecido recientemente. Este tipo de actitudes pastorales, que humanizan y acercan, se leen como parte de ese compromiso.

En la redacción de Ser y Hacer, hemos recibido numerosos mensajes que pedían destacar este gesto que conmovió a muchos. En tiempos donde la comunicación y las redes sociales amplifican todo, los pequeños actos de humanidad cobran un valor enorme.
El obispo no hizo un discurso en ese momento. Solo se acercó, saludó, agradeció y felicitó. Pero en esos segundos dejó una huella que muchos reconocieron y valoraron. Y ese, quizás, es uno de los mayores logros de una Iglesia viva: estar presente, allí donde la gente vive y trabaja.
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