Por Pamela Rodríguez
Con la calidez que caracteriza a los grandes reencuentros familiares, la familia Cara-Montes volvió a reunirse en un evento que ya es parte de la tradición malargüina. Este encuentro, que comenzó en el año 2008 impulsado por la inquietud de las generaciones más jóvenes, se ha convertido en una verdadera fiesta de identidad y unión.
Vanina Cara, una de las organizadoras, recordó los orígenes de esta celebración: “La idea surgió de nuestra generación, que en ese momento era la tercera. Queríamos conocernos, saber quiénes éramos, porque somos una familia muy numerosa. Mi bisabuelo y mi bisabuela llegaron desde España en 1908 y de ahí se formó esta gran familia. Hoy tenemos un árbol genealógico que ronda las 900 personas”.
El primer encuentro se llevó a cabo en 2008, gracias al impulso de Franco Cara y Carola Baigorria. Desde entonces, se repite cada dos años, con excepción de la pandemia. Con cada edición, nuevas generaciones se van sumando y fortaleciendo el lazo entre primos, tíos y abuelos.
La reunión no solo tiene un valor afectivo, sino también institucional: ha sido declarada de interés provincial, lo que refleja la importancia cultural y social de esta tradición.
Durante el festejo, los protagonistas son los mayores de la familia, a quienes se homenajea como pilares fundamentales. “Es muy emocionante ver a los primos más grandes, de entre 60 y 90 años, volver a jugar a las cartas y reírse como cuando eran niños. La idea es que los más jóvenes aprendan a valorar a la familia, respetar a los grandes y mantenernos unidos”, destacó Vanina.

Entre las actividades que distinguen al encuentro está el clásico concurso de truco, una costumbre que se remonta a una anécdota familiar: cuando Esperanza llegó en barco desde España con sus hijos, el abuelo se retrasó en ir a recibirlos porque estaba jugando al truco. Esa historia se transformó en tradición y hoy es parte esencial de la fiesta.
Además, se elige cada encuentro al rey y la reina —siempre entre los mayores—, y se entrega la estatuilla del “Cara de Piedra”, un reconocimiento divertido a la persona que mejor representa esa característica familiar. Este año, el rey fue Horacio Faustino Cara, la reina Josefa Cara, y el galardón “Cara de Piedra” lo recibió Santiago Cara.
La voz de la reina: Josefa Cara
La coronación de Josefa del Carmen Cara como reina por segunda vez llenó de emoción al encuentro. Ella recibió la corona que había pertenecido a su hermana mayor, recientemente fallecida, lo que le dio un significado especial a su homenaje. “Fue una alegría y una sorpresa muy linda. Mi hermana, que fue la reina anterior, me dejó su corona y sus hijas vinieron a entregármela.
Para mí fue muy emocionante porque además de hermana, era mi comadre”, relató.

Josefa recordó con nostalgia su infancia en Río Grande y a sus padres, José Cara y Guillermina Alfaro. También evocó los inicios de estas celebraciones familiares: “Las primeras fiestas se hacían en carpas, juntando leña y trabajando mucho. Siempre estuvimos junto a nuestros primos, con los valores que nos inculcó mi madre cuando quedamos huérfanas de papá. Ella nos enseñó la importancia de la familia, de ayudarnos, querernos y estar presentes cuando se nos necesita”.
También subrayó el esfuerzo de quienes llegan desde distintas provincias para participar: “Vinieron primos de Córdoba, de Rosario, de La Plata. Para nosotros es un orgullo porque hacen un sacrificio grande para compartir con nosotros”.
Con la sabiduría de los años, Josefa dejó un mensaje para toda la comunidad: “Yo siempre digo que no vale la pena distanciarse por dinero o por diferencias pequeñas. Es muy triste no hablarse con un hermano. Les enseño a mis hijos y nietos que hay que estar unidos siempre, porque cuando nos vamos, nos vamos solos. Lo que queda es la familia y la fe en Dios”.

La voz del rey: Horacio Faustino Cara
Por su parte, Horacio Cara, hijo de Faustino Cara y Margarita Pacheco, expresó su felicidad por haber sido elegido rey de la familia: “Estoy muy feliz de que me hayan elegido. Viví en el Fortín hasta los 15 años y conservo recuerdos hermosos de mi niñez y adolescencia, cuando todos éramos amigos y nos criábamos como primos, aunque muchos no eran de sangre. Esa unión marcó mi vida”.
Con 68 años, Horacio compartió su orgullo por la continuidad de esta tradición: “Hoy vivo en Mendoza, tengo dos hijas ya grandes y tres nietas, pero siempre estoy cerca de mis primos. Esta fiesta es un motivo para volver a estar juntos. Somos tantas generaciones que incluso hay competencia de nombres: ahora hay varios Faustino y varios Cristian Cara. Eso habla de lo grande que es nuestra familia y del legado que se transmite de una generación a otra”.
Con risas, juegos, homenajes y la fuerza de los recuerdos, la familia Cara reafirma en cada encuentro que la unión, el respeto y la memoria son el legado más valioso que se puede transmitir de generación en generación.




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