
Malargüe enfrenta un crecimiento sostenido de las estafas virtuales. Informes oficiales muestran un aumento constante de las denuncias por delitos informáticos, con fuerte protagonismo de fraudes cometidos a través de WhatsApp, correos electrónicos, compras online y billeteras virtuales.

En el plano local, la Oficina de Defensa del Consumidor de Malargüe confirma que la realidad del departamento acompaña esa tendencia. Su responsable, Cecilia Aguilera, advierte que las estafas “son muy frecuentes y van en aumento”.“En números, lo podemos traducir en una cantidad de cinco a diez estafas por mes, de montos elevadísimos, que son las que ingresan y de las que nosotros tomamos conocimiento por los reclamos de los consumidores”, señala.
Las modalidades más habituales de ciberdelito incluyen el robo de cuentas de WhatsApp, el phishing bancario, las falsas inversiones, las compras que nunca se concretan, el uso fraudulento de billeteras virtuales y las estafas con códigos QR adulterados.

Según Aguilera, muchas de las estafas que se investigan en el departamento reproducen patrones que ya se observan en todo el país: contactos por aplicaciones de mensajería, llamados que se presentan como oficiales, ofertas demasiado tentadoras y pedidos de datos personales o códigos de seguridad que nunca deberían compartirse.
La funcionaria subraya que, aun así, los casos que llegan a la oficina “son solo una parte” de lo que sucede. En no pocas oportunidades, relata, las personas deciden no avanzar con el reclamo y terminan asumiendo deudas que no les corresponden, ante respuestas negativas de las entidades involucradas.
Cómo operan las estafas: WhatsApp, compras online y falsas publicidades
Entre las modalidades que más se repiten en Malargüe, Aguilera menciona tres grandes vías de ingreso:
- WhatsApp y llamadas telefónicas por aplicaciones de mensajería.
Estafadores se comunican por números desconocidos, se presentan como bancos, empresas, organismos públicos o incluso como medios de comunicación locales, y utilizan logos e imágenes que generan confianza. En algunos casos, invitan a “cambiarse de grupo” o a “actualizar datos” mediante un enlace: la víctima hace clic, pierde el control de su cuenta de WhatsApp y, a partir de allí, los delincuentes escriben o llaman a familiares y amigos pidiendo dinero o información sensible. - Compras online.
Se registran casos vinculados a operaciones realizadas por internet donde el producto nunca llega, la oferta no era real o el enlace de pago dirigía a un sitio falso, diseñado para capturar datos de tarjetas y credenciales bancarias. - Publicidades en redes sociales, especialmente Facebook.
Avisos con apariencia profesional, que dicen provenir de empresas o entidades que supuestamente trabajan en el departamento, ofrecen “beneficios” o “descuentos” para usuarios o jubilados. Al hacer clic, el consumidor termina entregando información sensible o habilitando movimientos en sus cuentas.
La situación económica, reconoce Aguilera, es un factor que aumenta la vulnerabilidad de los vecinos: “Todos vamos en busca de algún descuento o algún beneficio en el que nos ahorremos un peso y hacemos clic en algún link donde nos ofrecen ofertas o publicidades súper llamativas, que raramente son reales. Así caemos en estas estafas que en algunos casos han sido realmente millonarias”.
Una de las modalidades que más preocupa hoy es el robo de cuentas de WhatsApp mediante la suplantación de identidad. Los estafadores se hacen pasar por instituciones en las que la gente confía: bancos, organismos públicos, empresas de servicios, comercios conocidos o medios de comunicación locales.
El mecanismo suele repetirse:
- El delincuente usa el nombre y el logo de una institución conocida como foto de perfil en WhatsApp.
- Se contacta con personas que ya están en listas o grupos de difusión y les dice que, por motivos técnicos, deben “migrar” o “cambiar de grupo”.
- Envía un enlace para sumarse al supuesto nuevo grupo o solicita que la persona comparta un código recibido por SMS.
- Al hacer clic o entregar el código, la víctima pierde el control de su cuenta: los estafadores toman su WhatsApp y comienzan a contactar a familiares, amigos y contactos laborales pidiendo dinero, favores o datos.
Lo más preocupante es que este tipo de engaños no afecta solo a adultos mayores o personas con poco estudio. En Malargüe se han registrado víctimas jóvenes, profesionales y personas con alto nivel educativo, que confiaron porque veían el logo, el nombre o el entorno de un servicio conocido.
El mensaje que surge de estos casos es claro:
que el contacto muestre un logo conocido o el nombre de una institución de confianza no garantiza que sea legítimo.
Y, ante la duda, la recomendación es siempre la misma: no hacer clic en enlaces desconocidos, no compartir códigos y buscar primero la verificación por otra vía oficial.
Las principales modalidades de estafa virtual hoy
A partir de lo que se observa en Malargüe y de los datos nacionales disponibles, se pueden identificar algunas de las modalidades más extendidas:
- Robo de cuentas de WhatsApp
A través de enlaces falsos, pedidos de códigos o suplantación de identidad (bancos, empresas, medios, familiares). Una vez tomada la cuenta, piden dinero a los contactos. - Phishing bancario y de billeteras virtuales
Correos electrónicos, mensajes o páginas falsas que imitan a bancos, tarjetas o billeteras (como Mercado Pago), y solicitan usuario, contraseña, tokens, fotos de DNI u otros datos sensibles. - Compras online y ventas inexistentes
Ofertas a través de redes sociales o sitios no verificados donde el producto nunca llega, o donde el enlace de pago sirve para robar datos. - Publicidades engañosas en redes
Avisos muy llamativos que ofrecen premios, subsidios o grandes rebajas, dirigidos especialmente a jubilados o personas en situación económica vulnerable. - Falsas inversiones y “negocios imperdibles”
Propuestas de inversión con ganancias extraordinarias, muchas veces asociadas a criptomonedas, trading o plataformas que luego desaparecen. - Estafas con códigos QR adulterados
Códigos pegados sobre los originales en cartas de bares, mesas o afiches, que redirigen a sitios preparados para robar datos o instalar software malicioso.
Detrás de todas estas modalidades, hay un denominador común: el apuro y la presión emocional. Los estafadores buscan que la persona actúe rápido, sin consultar y sin leer la letra chica.

Adultos mayores y jóvenes, entre los más afectados
Consultada sobre los perfiles más golpeados, la responsable de Defensa del Consumidor afirma que las estafas virtuales ya atraviesan a distintos grupos de edad, pero reconoce que hay dos segmentos especialmente impactados:
- Adultos mayores y jubilados.
Son, en muchos casos, las principales víctimas. Pueden tener mayor o menor manejo de la tecnología, pero se encuentran con un entorno digital que perciben como hostil. No están acostumbrados a recibir llamados o correos sobre deudas que nunca tuvieron. - Jóvenes y personas con estudios, pero con escaso conocimiento específico en seguridad digital.
También aparecen como blanco de los engaños, atraídos por ofertas, promociones y propuestas de ahorro, o por mensajes que parecen provenir de instituciones confiables. El hecho de tener estudios o estar familiarizado con el uso cotidiano del celular no garantiza estar a salvo, si no se conocen los riesgos y no se toman precauciones.
El daño no es solo económico. Aguilera describe un fuerte impacto emocional, particularmente en las personas mayores:“Es muy lamentable tener que decir que sí, hemos visto perjuicios emocionales principalmente en los adultos mayores. La tecnología ha llegado a invadirlos y, con ella, las estafas han llegado a tocar sus billeteras. No están acostumbrados a este tipo de cosas ni a tener deudas, y en algunos casos tenemos montos muy elevados, montos millonarios”.
En uno de los casos recientes que atendió la oficina, el perjuicio superó los 20 millones de pesos. Aun así, agrega, a veces las respuestas administrativas de las empresas se limitan a señalar que fue el propio usuario quien envió fotografías de su documento o permitió el acceso a sus dispositivos, lo que profundiza la sensación de desamparo.

“Primero la policía, luego el banco y después Defensa del Consumidor”
Frente a este panorama, Aguilera detalla el circuito aconsejado para cualquier vecino que sospeche haber sido víctima de una estafa virtual. Según explica, hay tres pasos fundamentales:
- Denuncia policial.
“El primer paso que debe dar una persona es la denuncia policial, con todas las pruebas que tenga”, indica. Eso incluye correos electrónicos recibidos, capturas de pantalla, movimientos bancarios, extractos de tarjetas y registros de billeteras virtuales. - Reclamo en la entidad donde se produjo la estafa.
El segundo paso es dirigirse al banco, tarjeta o billetera donde se concretó el movimiento. Si hay sucursal en el departamento, el reclamo se hace en forma presencial; si no la hay, se recurre a correos electrónicos oficiales o a las aplicaciones.
“Antes de retirarse del banco, la entidad le tiene que dar una constancia del reclamo, donde figure la fecha, la hora y cuál fue el problema”, remarca. - Oficina de Defensa del Consumidor.
Con la denuncia policial y el reclamo particular realizado, la persona puede ir a la Oficina de Defensa del Consumidor para iniciar el reclamo administrativo.
“Ese primer reclamo sí o sí debe ser en forma particular. Lo necesitamos como documental probatorio para que, si el banco o la entidad no emite respuesta, nosotros podamos tomar el reclamo correspondiente”, explica.
En los casos en que la empresa responde que no es posible canalizar el reclamo por vía administrativa, la oficina entrega copia del expediente para que el consumidor pueda dirigirse a la Fiscalía o a la Justicia Civil.
Aguilera reconoce que el camino no siempre es sencillo. Apunta a dos problemas frecuentes: la demora en los tiempos de respuesta y la falta de atención personalizada.“En la mayoría de los casos hay que esperar más de 10 días para que haya una respuesta y, en las empresas que no tienen oficinas en el departamento, es muy difícil acceder a una consulta con una persona. Generalmente responde un chatbot y es complicado llegar a una atención personalizada. La gente termina cansándose y alguna abandona el reclamo”.

Aguilera describe una barrera cultural que todavía cuesta revertir: “La gente no le presta atención hasta que le pasa. Hemos hecho campañas, charlas, nos hemos puesto en las sedes de los barrios a informar y la gente no asiste. Recién viene cuando ya ha sido estafada. Es muy bajo el porcentaje de población que viene antes de generar alguna acción”.
En cuanto al rol de bancos, empresas y plataformas, considera que muchas de ellas sí están emitiendo mensajes de alerta y consejos preventivos en correos electrónicos, cajeros automáticos y aplicaciones. Para la funcionaria, el desafío está en que esos mensajes sean efectivamente leídos: “El tema es que la gente no lee. Cuando vamos a un cajero y queremos hacer una transferencia, aparece un cartel que dice: ‘Si alguien te está pidiendo un código, no lo brindes, puede ser víctima de una estafa’. La gente no lo lee. Pedimos que lean, que observen cada cartelito, y que ante cualquier duda consulten”.

No hacer clic, no dar códigos: el mensaje central
A partir de la experiencia local y de las tendencias que se observan en todo el país, el mensaje central de prevención puede resumirse en tres ideas muy concretas:
- No hacer clic en enlaces que no se entienden o que llegan por canales inesperados.
Ni por WhatsApp, ni por correo, ni por redes sociales. Si un enlace llega en nombre de un banco, una empresa, un organismo o incluso un medio de comunicación, es mejor verificar por otra vía oficial antes de abrirlo. - No dar códigos ni datos sensibles a nadie.
Ninguna institución seria pide por WhatsApp, por llamada o por mensaje que el usuario comparta su código de verificación, su token, sus claves o las fotos de su documento. Si alguien lo pide, es señal de alarma. - Consultar antes de confirmar.
Ante la duda, la recomendación de Aguilera es clara: “Siempre recomendamos que se acerquen por la oficina o que nos llamen y nos pregunten antes de dar un ‘ok’ o si recibieron una llamada rara, un mensaje o un correo que desconocen. La recomendación siempre es primero consultar”.
Dónde consultar y cómo pedir ayuda en Malargüe
Para cerrar, Aguilera recuerda que la Oficina de Defensa del Consumidor de Malargüe está abierta de lunes a viernes, de 8 a 13, y que cualquier vecino puede acercarse o comunicarse ante la mínima sospecha de estafa o movimiento extraño en sus cuentas, incluso antes de concretar una operación. “Somos un equipo preparado para ayudarles en cualquier duda que tengan respecto a una compra o a cualquier movimiento extraño en su cuenta bancaria, o incluso ante correos electrónicos sospechosos. Necesitamos que toda la población de Malargüe conozca el trabajo que realiza la oficina y sepa que estamos para evitar que nuestra población siga siendo víctima de estas estafas”, subraya.
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