
“Para mí, el solo hecho de que los libros estén publicados ya es un legado.”

Miguel Valenzuela nació en Malargüe y, aunque su tono sea calmo y reservado, dentro de él vive un universo de historias que durante años crecieron en silencio. Hay escritores que nacen de grandes ciudades, de bibliotecas infinitas o de círculos literarios prestigiosos. Y está Miguel, que nació entre el viento frío del sur, los veranos en el campo y el olor del fuego prendido al amanecer.
Su infancia se dibuja con una claridad que parece venir de una novela: levantarse temprano, viajar al campo, desayunar alrededor de la cocina encendida, ver a sus abuelos preparar quesos, cuidar chivos, hacer dulce de leche. Y, entre todas esas imágenes, una se repite con fuerza: su abuela con delantal y pañuelo en la cabeza, moviéndose por la cocina como si fuese un lugar sagrado.
Ese mundo sigue vivo dentro de él. No lo nombra como inspiración directa, pero cada vez que recuerda aparece un tono sensorial, casi poético. Quizás porque su imaginación se formó allí, en el silencio del campo, observando, escuchando, aprendiendo del ritmo pausado de la vida rural. Tal vez por eso, aunque sus novelas no transcurran en Malargüe, siempre hay algo de esta tierra latiendo entre sus páginas.

Realizó sus estudios primarios en la Escuela Gendarme Argentino y los secundarios en la Escuela Aborigen Americano, ambas muy cerca de su casa. Fue en la secundaria donde ocurrió un hecho que marcaría su camino: la profesora Ruth Mercado les propuso la lectura obligatoria de libros elegidos por los propios alumnos. De esa selección, Miguel tomó uno que tenía guardado desde hacía tiempo pero que nunca había leído: Crónica de una muerte anunciada, de Gabriel García Márquez. Ese libro despertó en él el amor por la lectura y, desde entonces, nunca volvió a pasar largos períodos sin leer.
Más tarde estudió el profesorado de Lengua y Literatura en el IES Gobernador Celso Jaque. Allí conoció a grandes autores de la literatura universal e hispanoamericana, aprendió técnicas narrativas, formas de escritura y un manejo profundo del lenguaje. Esa formación no solo lo preparó como docente, sino también como escritor, dándole herramientas para narrar con mayor precisión y conciencia.
Miguel trabaja como profesor en distintas instituciones de Malargüe: la Escuela Aborigen Americano, la Escuela James Cronin, la Escuela Daniel Pierini de La Junta y el CENS Manuel Santiesteban. Su vínculo con los jóvenes cambia año a año, porque ningún grupo es igual a otro. Escucha, acompaña, conversa. Sin embargo, son muy pocos los alumnos que saben que él escribe. Es una decisión personal. Siempre fue reservado y nunca trabajó textos propios en el aula. Durante mucho tiempo, la escritura fue un territorio íntimo, casi secreto.

El deseo de escribir nació cuando descubrió la existencia de El Señor de los Anillos. Esa historia lo atravesó por completo y despertó en él el anhelo de crear mundos donde convivieran la magia, la fantasía, el bien y el mal. Así escribió su primer libro, 12 de octubre, paradigma de una novela contada, redactado en 2006 y publicado en 2008. Fue una obra breve, pero decisiva: allí comprendió que tenía el potencial para escribir y sostener una historia.

Miguel se reconoce como un observador atento. Las ideas surgen mientras corre, mientras realiza actividades cotidianas, cuando escucha a otros contar sus vivencias. A veces las historias se arman en su mente durante mucho tiempo antes de pasar al papel. Otras quedan inconclusas, esperando otro momento. Vivir, observar y escuchar son, para él, la base de la inspiración.
Su novela más reciente, El vertiginoso camino del amor, nació del deseo de contar una historia donde el amor no fuese idealizado, sino entendido como un espacio de decisiones, desafíos y transformaciones. La novela está ambientada en Buenos Aires hacia 1879, en el contexto de la Conquista del Desierto, una etapa oscura de la historia argentina. Para lograr una ambientación fiel, Miguel debió detener la escritura durante meses para investigar, leer y estudiar, incorporando a sus personajes dentro de un marco histórico real.

En la historia, Gabriel y Victoria atraviesan la soledad, la distancia, la muerte y múltiples rivalidades. Lo vertiginoso del amor, para Miguel, está en ese desafío cotidiano de enfrentar los miedos y sostener los sueños. Aunque la novela es fruto de su imaginación, fue escrita en un momento personal muy complejo. La terminó mientras su abuela materna agonizaba y por eso la obra está dedicada a ella. Tras su fallecimiento, Miguel guardó el manuscrito durante un tiempo. Al retomarlo, muchos capítulos cambiaron: el dolor vivido se filtró en la ficción y volvió la historia, en algunos tramos, inevitablemente autobiográfica.
La presentación del libro tuvo lugar el viernes 5 en el Picadelli en el Centro de Convenciones. Fue un momento emotivo, compartido con familiares, amigos y nuevos lectores. Allí, su madre se enteró de que la novela estaba dedicada a su abuela, una sorpresa que convirtió la presentación en un instante profundamente significativo. Para Miguel, compartir ese logro con quienes lo acompañaron siempre es algo que valora y atesora.

Entre sus lecturas favoritas se encuentran J. R. R. Tolkien, Gabriel García Márquez y Carlos Ruiz Zafón. Leer autores diversos le permite ampliar su vocabulario, explorar nuevas técnicas narrativas y seguir aprendiendo. Además de novelas, escribe cuentos, relatos breves y algunas poesías, varias de las cuales incorporó en El vertiginoso camino del amor.
Actualmente tiene una nueva novela comenzada, con mujeres como protagonistas. Se siente influenciado por las mujeres que lo rodearon a lo largo de su vida: su madre, sus hermanas, sus profesoras, sus amigas. Considera un desafío pendiente escribir historias donde las mujeres ocupen el centro del relato y se narren desde su propia fortaleza cotidiana.

Cuando piensa en el futuro, no busca grandes reconocimientos. Le basta con que sus libros existan. Siente que el solo hecho de haberlos publicado ya constituye un legado. Quiere que, dentro de unos años, se lo recuerde como alguien apasionado por las letras, que inventaba historias, jugaba con los personajes y se sentía parte de ellos.
Miguel Valenzuela es un escritor malargüino que decidió romper el silencio. Desde sus raíces, desde su reserva y desde Malargüe, demostró que también desde aquí se puede escribir, publicar y dejar una huella.










