Todo comenzó un día 8 de marzo de 1908 en una fábrica textil en Nueva York cuando un grupo de mujeres trabajadoras reclamaban por sus derechos laborales. Días más tarde mueren 149 trabajadoras a causa de un incendio en esa misma fábrica. Es trágico y doloroso conmemorar el día de la mujer por ese hecho ¿no?
Como mujer no se me hace fácil escribir para esta fecha, recordar la historia viendo nuestro presente me hace pensar que todavía tenemos una deuda gigante con nosotras mismas.
En lo que va del 2022 en Argentina han habido 51 femicidios, uno cada 28 horas, de los cuales dos ocurrieron en Mendoza y poco se habló.
Las víctimas del silencio son muchas Guadalupe Lucero (niña de 6 años desaparecida en San Luis) y Tehuel de la Torre (desaparecida en Buenos Aires) son muestra de ello, los medios dejaron de estar consternados, dejaron de visibilizar sus casos, dejaron de mostrar sus caras y dejaron de mostrar la lucha de familiares y amigos que siguen firmes en su búsqueda.
Hace semanas una violación en grupo nos dejó el corazón destruido, lleno de bronca, rabia y enojo. Violaron a una mujer de 20 años entre 6 varones de 20 y 24 años. Se habló en redes, en los medios, en nuestros grupos de amigos y de trabajo, se habló de ellos y por primera vez no se le adjudicó nada a la víctima.
Es momento de repensar
Algunas líneas más arriba escribía que tenemos una deuda con nosotras mismas, hace años que la lucha nos atraviesa a todas (y a ellos también), los femicidios, las desapariciones, las violencias nos tocan de cerca y a algunas nos decían «perdón, te prometo que voy a cambiar».
Repensar nuestras formas sentir, militar y ver el feminismo es una tarea diaria por parte de todos los sectores de la sociedad. Un feminismo sin banderas políticas o religiosas que nos involucre a todas y no un grupo sectorizado porque la violencia de género no discrimina.
Incluir o no a los hombres ya no tiene que ser un tema de debate, los tenemos que hacer parte del debate, invitarlos a revisar sus formas, sus discursos, sus tratos y sus prácticas, porque si no los hacemos parte nosotras, que vivimos y padecemos sus conductas, no van reflexionar nunca.
El feminismo también vino a ayudarlos a que dejen de estar oprimidos por un sistema que les enseñó que llorar está mal, que el rosa es de nena y que los juguetes tienen género.
En primera persona duele más
Con el corazón hecho un bollito y los ojos llenos de lágrimas recuerdo hechos que me marcaron, me dolieron, me hicieron creer que no había otra salida más que aceptar y segui
No me gusta jugar con la revictimización, pero sí creo que contar mi historia ayuda a otras mujeres a pensar y sentirse en confianza de poder hablar, porque quienes me ayudaron y no me juzgaron fueron mujeres que habían pasado por eso o que conocían a alguien cercano que había sufrido violencia de género.
Soy hija, hermana, tía, nieta, prima, cuñada y amiga de mujeres valientes, que en mayor o en menor medida sufrieron de las violencias de un sistema y un mundo inútil, burocrático y banal.
Hoy, 8 de marzo, no siento enojo como otros años, el sentimiento de dolor y resignación es más grande que cualquier otro. Seguramente al terminar estás líneas haya un nuevo femicidio, un nuevo golpe, un nuevo insulto, un nuevo grito, un nuevo desprestigio, una nueva víctima y nos veamos pidiendo justicia y no venganza.
Conmemorar está fecha desde el lugar que nos toca, marchando o no, nos tiene que llamar a una reflexión profunda y urgente
Por Ana Araujo, Periodista de Check news.
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