La política se tropezó con la mediocridad, no se puede levantar de la decadencia. Está de rodillas frente al oportunismo.
Quienes crecimos con la escuela de los partidos políticos, donde aprendimos a formar ideas, movilizarnos con ideales, proyectos, convencidos de ser partícipes de una democracia de valores de bienestar común, de crecimiento, con un gran sentido de pertenencia respetamos las decisiones de la mayoría, escuchamos la lectura de cada voto y sostuvimos el principio de la palabra ante la mentira y la ambición personal. No todos, porque el oportunismo siempre existió, solo que eran los menos y se los podía identificar claramente.
Hoy todo se ha “globalizado” y todos terminamos siendo parte de un remolino de arrastre hacia la obtención del poder.
El pueblo voto en estas PASO con un voto “añejo”, volver al pasado porque el presente no me gusta. La melancolía de que todo pasado fue mejor.
Tal vez esta frustración que el pueblo ha expresado se refleje en algún cambio de quienes arman estas telarañas de poder en el futuro.
No hubo sorpresa, era predecible, el humor de la gente ante tanto enredo de candidatos y tan poco proyecto de gestión produciría este vacío hacia lo nuevo, la renovación, el crecimiento mirando hacia adelante…no había opciones validas, más que mirar lo ya conocido.
Ha habido una expresión, veremos si la tendencia llega a setiembre o como ha pasado estas últimas elecciones existe un giro de rumbo al momento definitivo.
El nuevo sistema de boleta única funcionó, el pueblo lo asimilo muy bien, claro que los amontonados, los puesto a dedo caprichoso, los sin nombre, diputados senadores y concejales se quedaron con varias cruces menos, sin la aprobación del voto popular. Una muestra del hartazgo a tantos y tan poco.
Sera misión de los que quedaron buscar el mensaje correcto, encontrar entre los votos de quienes no llegaron un apoyo a sus aspiraciones de poder, porque no hay más que eso, solo aspiraciones, los políticos ya no ofrecen ideas, solo buscan mensajes en el ambiente según sea la oportunidad.
No hay sentido de pertenencia, ni a los partidos ni a las ideas, solo un puñado de buenas intenciones, con mucho oportunismo, bastante mediocridad de ideas y una decadencia de valores por el bienestar común.
Por William Abinet, ex presidente del Partido Demócrata Malargüe
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