
Desde el Hospital Notti, donde acompañamos a Renzo en su recuperación, quiero tomarme un momento para agradecer a toda la comunidad de Malargüe y a cada rincón de nuestra zona rural. Hoy, por suerte, Renzo se encuentra estable. Mañana lo pasarán de Terapia Intensiva al servicio de Traumatología, donde evaluarán en detalle sus lesiones en las piernas y la necesidad de intervenciones de Cirugía Plástica.

En medio de este proceso tan doloroso, que todavía nos cuesta profundamente procesar, Belén y yo hemos recibido una cantidad de mensajes y muestras de cariño que nos conmueven hasta lo más hondo.
Quiero agradecer infinitamente a la comunidad de Malargüe, a la gente de Agua Escondida, de La Humada, a mis pacientes, a quienes me conocen y también a quienes no. No puedo creer tanta solidaridad, tanta buena voluntad. Cada palabra, cada gesto, cada colaboración —por mínima que parezca— ha sido enorme para nosotros.
Hay personas que han ayudado pensando en Renzo, en Oriana, en la amistad que tienen con mis hijos o simplemente por empatía. Todos esos gestos nos han permitido, en un momento tan difícil, no tener que preocuparnos por cosas tan básicas como cargar combustible, cubrir gastos de traslado o poder comer tranquilos cerca del hospital. Eso, en un contexto así, hace una diferencia inmensa.

Quiero decir también que nuestra intención es que toda esta ayuda circule y vuelva a quien lo necesite cuando podamos hacerlo. Recién estamos empezando este camino, pero cuando la situación se estabilice y sepamos que no tenemos gastos que no podamos afrontar, buscaremos la manera de compartir esta generosidad con otra familia que esté pasando por un momento difícil. El pueblo lo merece.
También quiero agradecer a todos los que nos han enviado mensajes de acompañamiento. Saber que la comunidad está al lado nuestro sostiene más de lo que se puede explicar.

Pero antes de terminar, necesito decir algo que para mí es fundamental: esto no puede quedar solo como un hecho triste que sucedió. No es la primera vez que pasa, y si ocurre es porque hay cosas que pueden y deben prevenirse. Todos, en mayor o menor medida, somos responsables de construir una comunidad más segura.
La persona que estaba al volante no actuó desde la nada. En algún momento alguien le dio una llave, alguien no le enseñó, alguien no le dijo “esto no se hace”. Este hecho nos muestra que la conciencia vial, la educación y el respeto deben empezar mucho antes de tomar un auto. Deben nacer en las familias, en los amigos, en quienes realmente te quieren bien y son capaces de decirte “no, así no”, porque de lo contrario pasa lo que pasó.

Ojalá este sea el momento de trabajar juntos para que algo así no vuelva a ocurrir. Porque se puede prevenir.
Gracias, de corazón, a cada persona que nos acompaña.
Gracias por estar.
Dr. Francisco Piñol
Padre de Renzo y Jazmín


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