El polideportibo Malal hué será sede del acto de promesa de lealtad a la bandera (Imagen ilustrativa)

El 25 de mayo de 1810 fue una fecha muy importante para toda América. Como sabemos, ese día se constituyó el primer gobierno patrio en nuestro país, integrado por una mayoría de criollos, destituyendo al virrey. Digo para toda América, porque si bien en muchas regiones de la América española también se constituyeron gobiernos patrios en la misma época,  el único gobierno criollo que pudo sostenerse fue el argentino. El resto fue aplastado por la contrarrevolución del imperio español, que destituyó, fusiló y encarceló a sus líderes. Las Provincias Unidas del Sud (futura Argentina) se comportó como una hermana mayor y fue un faro de inspiración para las demás. No sólo peleó valientemente para no volver a ser conquistada, si no que envió a sus hombres y derramó mucha sangre para liberar a sus hermanos americanos del yugo colonial.

Antes, debemos decir que la revolución de Mayo no fue un movimiento aislado ni casual, si no consecuencia directa de lo que acontecía en España. Napoleón en 1808 había destituido al rey Fernando VII y lo había encarcelado. Los españoles formaron la Junta Central en Sevilla para resistir en Andalucía. Desde allí se gobernaba las colonias americanas sin grandes inconvenientes, hasta que a principios de 1810 también fue invadida por los franceses, disolviendo la Junta Central. Ante esto los españoles se trasladaron a Cadiz, más al sur e improvisaron un Consejo de Regencia, al cual pocos le reconocieron alguna autoridad. Cuando estas noticias llegaron a América se sintió el vacío de poder. El planteo lógico fue: si ya no está quien nombró al virrey, entonces éste carece de legitimidad para seguir mandando y corresponde que el poder vuelva al pueblo. Por eso se formaron juntas locales hasta tanto se resolviera la situación en España. Eso sucedió también en Chile, Chuquisaca (Bolivia), Nueva Granada (Colombia), Venezuela y México. Sólo en Lima el virrey se mantuvo firme en ese momento. Allí estaba el centro del poder español en América, que encabezó la contrarrevolución realista.

Es cierto que había otro mar de fondo también. La revolución francesa de 1779 con su espíritu republicano y liberal puso en cuestión las monarquías. La revolución norteamericana de 1776 que expulsó a los ingleses, fue un gran ejemplo a seguir y mostró que era posible sacarse las cadenas coloniales. Además, nuestro ejército había demostrado poder de fuego y valor, cuando sin ayuda de España rindió y expulsó a los ingleses en 1806 y 1807. Liniers se puso al frente de las tropas, junto a Saavedra y Pueyrredón entre otros. El pueblo de Buenos Aires luchó también en las calles y azoteas contra los invasores. Eso dio confianza y generó un antecedente valioso. Como el virrey Sobremonte huyó a Córdoba en eso difíciles momentos, los patriotas pidieron su destitución y lograron colocar como virrey interino al propio Liniers hasta 1809, cuando la Junta Central de Sevilla envió a Cisneros en su reemplazo.

Ese 25 de Mayo empezó un camino sin retorno. Ante la revuelta, Cisneros le pidió ayuda a Cornelio Saavedra, jefe del regimiento de Patricios para sostenerse en su cargo, pero éste se la negó alegando que carecía ya de legitimidad para seguir. Sin apoyo del ejército, su destitución era irremediable. Un cabildo abierto eligió la nueva Junta de gobierno, quedando el propio Saavedra como presidente, los abogados Mariano Moreno y Juan José Paso como secretarios. Otros dos letrados criollos: Belgrano y Castelli, más el militar Azcuénaga, el cura Alberti y dos comerciantes españoles que apoyaban la revolución, Larrea y Matheu, completaron las autoridades.  

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Esta Junta fue titulada como “Junta Provisional Gubernativa de las Provincias del Río de la Plata a nombre del Señor Don Fernando VII”.   Era lo lógico y posible empezar con esa prudencia, se pisaba sobre tierra poco firme aún.  Saavedra poseedor del poder militar procuraba ser cauteloso en los pasos a dar. Moreno, muy influido por las ideas liberales y de libre cambio quería acelerar el proceso de independencia y pasar por arriba a todo lo que se opusiera. El primero de ellos fue el propio Liniers, héroe durante las invasiones inglesas, que se había asentado en Alta Gracia. Junto al gobernador de Córdoba y algunos otros fueron fusilados por una orden terminante de Moreno por oponerse a la revolución y ser considerado peligroso como contrarrevolucionario. La orden la cumplió Castelli. Este siguió viaje al norte junto a Balcarce y Viamonte y un ejército, con el objeto de liberar las provincias del Alto Perú (actual Bolivia). Cuando llegaron a Potosí ganaron la batalla de Suipacha y luego fusilaron a las autoridades realistas de Charcas y Potosí, en la plaza de esta última ciudad. Este acto cruel fue en venganza por los fusilamientos de los realistas a los patriotas bolivianos que intentaron hacer juntas de gobierno en Charcas y La Paz en 1809. Estas ciudades eran muy importantes para el virreinato porque Potosí era la fuente de riquezas más grande de América por sus minas de plata y oro. Por su parte Charcas o Chuquisaca era la sede de la Real Audiencia, una especie de Corte Suprema y un centro de estudios de excelencia, donde habían estudiado Moreno, Paso y Castelli. Como se ve, a pesar del título de la Junta, la suerte estaba echada, la guerra era a todo o nada. El ejército patriota se ubicó sobre el río Desaguadero, en las márgenes del lago Titicaca. Por un momento habían logrado liberar todo el Alto Perú, a pesar de estar conducidos por líderes sin mucha experiencia de guerra. Pero en junio de 1811 fueron sorprendidos por los realistas y derrotados completamente en el llamado “desastre de Huaqui”. Más de mil compatriotas murieron en esta cruenta batalla. Los patriotas retrocedieron perseguidos por tres mil realistas. Saavedra fue desplazado por esta derrota y enviado al norte, Moreno unos meses antes había corrido la misma suerte y muerto en un viaje a Inglaterra. A un año de la Revolución de Mayo, sus dos principales  protagonistas estaban fuera del poder, pero el proceso seguía, era indetenible. Belgrano fue enviado con tropas a Jujuy a auxiliar a Balcarce y Castelli. El impulso realista hizo que recibiera órdenes de retirarse hasta Córdoba. Belgrano se retiró y ordenó el éxodo jujeño para complicar las provisiones del ejército invasor. Decidió esperarlos y darles batalla en Tucumán. Allí los venció provocándoles 450 muertos. Los persiguió hasta Salta donde los realistas le ofrecieron su rendición luego de tres horas de combate en que eran derrotados por los patriotas. El espíritu humanista del letrado de Salamanca hizo que los perdonara y dejara partir, bajo juramento de no combatir más dentro de las Provincias Unidas del Sud. Belgrano ocupó Potosí. Meses después los españoles incumpliendo su promesa lo atacaron y derrotaron en Vilcapugio y Ayohuma destruyendo su ejército. Otra vez a fojas cero en el Alto Perú. Belgrano deshecho, sólo quedaron mil soldados de un ejército tres veces mayor, retrocedió hasta la Posta de Yatasto, donde lo relevaría el general San Martín. Este no creía en el camino del Alto Perú para liberar definitivamente América, porque Lima quedaba demasiado lejos de allí y mientras el poder limeño siguiera intacto, la guerra no acabaría. Por ello pidió su relevo y ser designado gobernador de Cuyo para ejecutar su plan a través de la cordillera; pero dejó organizados a los gauchos de Güemes para resistir avances españoles. El ejército del norte quedó a cargo de José Rondeau, que en 1815 avanzó nuevamente hasta Potosí; pero pronto fue derrotado por el realista Joaquín de la Pezuela en la fatídica batalla de Sipe- Sipe. Fue el último intento argentino de recuperar el Alto Perú. Los ibéricos tampoco pudieron penetrar otra vez, porque los gauchos salteños los mantuvieron a raya.   

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Esto sucedió en el Alto Perú, pero en 1811 también se había enviado un  ejército al Paraguay para procurar su adhesión a la causa de mayo al mando de Belgrano. Los paraguayos en principio querían permanecer fieles a España, por lo que resistieron y derrotaron a Belgrano en Paraguarí y Tacuarí en 1811. Tiempo después se decidieron por la independencia pero sin depender tampoco de Buenos Aires ni pertenecer a las Provincias Unidas del Sud.

En cuanto a la Banda Oriental del Uruguay, se envió un ejército para derrotar a los realistas que ocupaban esa provincia. Rondeau los derrotó en el combate de Piedras en 1811 y Cerrito en 1812. Los realistas se atrincheraron en Montevideo donde resistieron un par de años gracias a su acceso al río y poseer varias embarcaciones. Los patriotas los sitiaron con cinco mil hombres. La Junta envió a San Martín para sorprenderlos cuando descendieran para abastecerse. Así sucedió el combate de San Lorenzo en 1813 sobre el Paraná. Luego, la enorme actuación del almirante irlandés Guillermo Brown que los desalojó de la isla Martín García y bloqueó Montevideo hizo que se rindieran a los sitiadores al mando del general Alvear.      

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En medio de todo esto hubo dos reuniones políticas muy trascendentes. La Asamblea del año 13 en Buenos Aires, que adoptó la nueva bandera, el himno, dictó la libertad de vientres, eligió a Pueyrredón como Director Supremo y prescindió de toda consideración a Fernando VII, que por su parte había logrado retornar al poder en España y se preparaba para recuperar sus dominios americanos.

La segunda fue en Tucumán donde se reunió el Congreso que declaró la independencia el 9 de Julio de 1816. La batalla seguiría por mucho tiempo más. En 1817 San Martín cruzó los Andes para liberar Chile y en 1824 luego de la batalla de Ayacucho se desalojó a los realistas definitivamente de América y se tomó prisionero al virrey del Perú.

Como se ve, el 25 de Mayo fue el comienzo de una lucha denodada para conseguir la libertad, que libró un país que nació heroico, grande, solidario y valiente. Que no dudó en entregar su sangre, no sólo por su independencia y dignidad, sino también para la libertad de toda América. En Argentina, Chile, Perú, Ecuador, Paraguay, Bolivia y Uruguay nuestros soldados lucharon y murieron por la libertad americana. No se resolvió con un par de escarapelas. Implicó un trabajo duro y determinado, realizado en equipo. Con victorias y duras derrotas, pero sin claudicaciones. Sólo nos queda reflexionar y trabajar duro para estar mínimamente a la altura de nuestros predecesores. No hay dudas de que cuando queremos en serio, podemos. Viva la Patria.

Por Gustavo Cairo, Presidente bloque de diputados provinciales PRO-Cambia Mendoza.

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