José Ten mostrando uno de sus inventos.

Por Eduardo Araujo

José Ten, “el gallego”, como muchos malargüinos cariñosamente, es un malargüino por adopción que llegó un día a trabajar por estos pagos en la industria petrolera desde la Ciudad de Mendoza.

Mientras estudiaba ingeniería electrónica tuvo la posibilidad de ir a Barcelona, España, donde tenía familiares. Allí estudió trabajó y estudió administración de empresas. Tuvo que regresar para colaborar en nuestra provincia con la fábrica de muebles que tenía su padre, pero el negocio no pudo seguir.

Ingresó a una empresa petrolera, desde muy abajo, y por ese motivo llegó a mediados de la década de 1970 a Malargüe.

“Empecé en una línea de trabajo que no era la que yo había estudiado, a los muchachos de perfilaje les daba siempre una mano y me pidieron para que fuera a trabajar en ese sector. Así tuve que desarrollarme y me obligaron a terminar la carrera dentro de la empresa. El título no tuvo validez en la Argentina, pero a esta altura de la vida lo importante es la experiencia recibida” relató Ten, tras su presentación.

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¿Su paso por la industria petrolera fue siempre en Malargüe?

No, estuve tres años, después fui a la Patagonia, volví a Malargüe. Después estuve en Brasil, México, Estados Unidos. De regreso abrí una base en Tartagal, Salta. Estuve en distintos lugares del país y terminé mis años de servicio aquí, como Gerente de operaciones.

¿Cómo se despertó en Ud. la veta de inventor?

Lo de andar investigando cosa me viene de familia, mi papá y sus hermanos, en España, eran así. Había unos dedicados al arte, eran pintores, a otro le gustaba la cerámica.

Dentro de la empresa se me despertó esto en un curso de mejora contínua donde uno podía presentar entre uno y tres proyectos por año. Esos proyectos eran evaluados por una comisión selectiva en Estados Unidos y si se elegía la empresa lo adoptaba. Como premio a uno le regalaban unas vacaciones con la familia. El sistema era muy bueno porque nos incentivaba a detectar un problema y aportar una solución. Un proyecto muy sencillo que presenté en esa época fue el de separar la basura.

¿Cómo se le ocurrió?

En ese tiempo estaba comenzando la movida ecológica en el mundo. La empresa tenía un manual de procedimiento abierto. La mejora que propuse fue separar la basura en cuatro tambores separando por un lado el vidrio, luego los contaminados, los metales y los húmedos como yerba, restos de comida. Se adoptó ese procedimiento.

Después hice varias herramientas de punzado con explosivo, de perfilaje. Era bastanrte difícil porque había que llegar hasta la persona que la había diseñado y demostrarle que la mejora superaba lo hecho por ella. A diferencia de los argentinos, los norteamericanos no son cerrados, siempre están abiertos a escuchar.

¿Cómo surgió la idea de envasar agua de Malargüe y venderla, aclarando que comercializa ese producto bajo el nombre de “Invernada del viejo”?

Empezamos con el proyecto, que denominamos Malargüe mineral, Roberto Gasque, Miguel de Francesco, Rubén Rasso. Roberto y Miguel ya fallecieron y Roberto dejó la empresa.

La idea era tomar agua natural de la cordillera, filtrarla por sistemas físicos, y sin en el agregado de químicos, en el mismo lugar, trasladarla y envasarla en la ciudad, que es lo que se sigue haciendo.

El proyecto tiene 20 años, siempre con la esperanza de poder potenciarlo. Si se hace Portezuelo el lugar de nuestra toma quedará en la cola del lago y también tenemos mucha esperanza en el proyecto turístico del centro de sky en El Azufre.

¿Qué particularidades tiene el Agua Invernada del viejo y por qué la eligieron?

Nosotros sabíamos de agua como cualquier ser humana que viaja y compra una botella de agua en una estación de servicio. No sabíamos nada. En una época de crisis, que fue el año 1999 quedamos todos los petroleros sin trabajo. Nos juntamos los cuatro, estuvimos a punto de dedicarnos a la minería, tampoco sabíamos mucho. Surgió la idea de envasar agua mineral y realizamos un estudio de todas las aguas del departamento. Eso llevó seis meses, hicimos los análisis en la Universidad de Cuyo en San Rafael.

Hay muchas condiciones para tomar una definición respecto del agua a envasar como caudal, estabilidad, factibilidad, caminos. Seleccionamos la de Invernada del viejo y ahí continuamos con la ilusión de poder construir una planta modelo allá, que sea autosustentable.

Hemos tenido algunos inversores que han querido asociarse, pero el problema de la Argentina es la falta de confianza.

¿Tengo entendiendo que en la planta de envasado hay muchas cosas inventadas por Ud.?

Empecé en la planta de agua haciendo algunas máquinas y procesos para el agua, sin intervención de químicos. Cuando utilizamos un químico se convierte en otra cosa que termina siendo destructivo o malo para el ambiente. Por eso, el agua que nosotros comercializamos no se puede echar a perder. No tiene inhibidor de bacterias ni cloro. Todos meses hacemos el análisis y nos da bien.

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¿Cómo surgió su emprendimiento Eco blue?

La palabra Eco blue significa ecología azul, porque nuestro planeta vista desde el espacio se ve azul.

En definitiva, es un elemento que sirve para mejorar nuestro ambiente. Surgió como un economizador de combustible, con la premisa de bajar la contaminación ambiental, que es una preocupación mía desde que era muy joven.

Un equipo Eco blue le permite al vehículo tener una mejor combustión y eso repercute en un ahorro de combustible. Después vimos que también hay una mínima contaminación en el aceite y eso hace que los motores duren más vida. Este equipo también le aumenta la potencia al motor.

¿Cómo es su proceso de investigación para crear un nuevo elemento?

Trato de informarme, leer mucho, pero haciendo una selección porque si no uno se vuelve loco. Leo artículos técnicos, entrevistas a personas que han diseñado algo, sus experiencias y ver en qué se puede mejor. Yo no creo en las competencias, creo en las mejoras continuas.

Ahora estoy trabajando en un proyecto de esterilizador de aire, con una experiencia que estoy haciendo en el hospital Malargüe y en un laboratorio privado, que no tienen comunicación entre sí. Esa experiencia servirá para poderlo validar.

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José sosteniendo una turbina flotante ideada para generar energía en la zona de La Pasarela, río Grande.

¿Utiliza el mismo sistema del Eco blue?

Es algo más bien técnico, lo cambia son las longitudes de ondas. Yo trabajo con plasmas. Un plasma es el cuarto estado de la materia que puede presentarse en estado sólido, líquido, gaseoso y plasma. Ya hay motores de plasma que funcionan en el vacío y son los que impulsan las naves espaciales.

De un plasma salen iones que tienen carga negativa. Esos iones eliminan, en la experiencia que estamos haciendo, los virus, rompiéndoles un escalón del ADN y eso hace que empiece a morir o que no cumpla la función de infectar. No tiene efectos secundarios para las personas. Eso es una gran ventaja en relación a las vacunas y los remedios que cumplen una función, pero suelen tener efectos secundarios no deseados.

En definitiva, es un sistema que sirve para mejorar la calidad del aire.

¿En qué lugares del hospital están ubicados?

En el hospital, en el sector de Clínica Covid hay seis equipos.

¿Son equipos caros?

He fabricado 183 equipos que denomino M 30 y tiene un costo de 100 dólares, no es caro comparado con los beneficios que tiene.

¿Dónde los comercializa?

Hay en Buenos Aires, San Luis, en ciudad de Mendoza, Neuquén y en Chile.

¿Cuál es el beneficio de tener un equipo de estas características en una vivienda común?

Los beneficios son muchos. En el caso de pulmonías graves con tres días de uso la persona ya está arriba de la cama. Es muy conveniente para las personas que sufren de EPOC, bronquitis, trastornos de sueños. Hay una mujer que sufría ataques de epilepsia, le facilité un equipo hace seis meses y no volvió a tener ataques. Son cosas que me sorprenden.

¿Tiene alguna certificación de algún ente del Estado o de alguna universidad, José?

El primer ensayo lo hicimos, gracias una colaboración de Francisco Montiel, en el Instituto Maiztegui, que depende del Malbrán. Ellos nos ayudaron bastante.

Una vez que se finalicen los ensayos que estamos haciendo en Mendoza y en Malargüe se llevarán las experiencias a la Administración Nacional de Medicamentos, Alimentos y Tecnología Médica (ANMAT) para que lo apruebe y lo podamos comercializar en farmacias o en laboratorios que venden instrumental para medicina.

Tiene un montón de aplicaciones.

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¿Un inventor como es Ud. está constantemente pensando en ver qué hacer?

Trato de observar las cosas. Muchas veces me voy a dormir con una idea y dormido resuelvo el problema. No me levanto cansado, me levando con la claridad de tener la solución o el dato.

¿Se considera un ambientalista, un ecologista?

(Risas) Creo tengo algo de eso, pero no soy un extremista, una palabra que no me gusta. Hoy la humanidad necesita de la minería, algo que no nos dejan hacer en Malargüe. Por ejemplo, el uranio, algo a lo que vamos a volver y muy pronto. Se viene la movilidad eléctrica y no existe en este momento ningún país que pueda decir paramos todos los motores a combustión y enchufamos todos los autos para que se les cargue la batería. Eso traerá grandes beneficios porque vamos a tener menos ruido, no vamos a tener prácticamente contaminación ambiental por combustión de motores, pero tendremos por las baterías.

Para pasar de un sistema a otro se requiere de la minería. Para avanzar en todo lo que tiene que ver con energía solar vamos a necesitar de la minería, porque si no de qué se van hacer los paneles. También tendremos que saber qué vamos hacer con la chatarra de los paneles. Es decir, todo debe realizarse de manera equilibrada, por eso los extremismos no son buenos.

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¿Cómo surge su conciencia ambiental?

En España, en unas vacaciones mientras estaba estudiando, trabajé de barman en la Costa brava. En mis horas libres aprendía a bucear.

Al pasar los años volví con mi señora al mismo lugar. Nos fuimos a bañar y se me ocurrió bucear, ya en el fondo del mar no había plantas marinas, pulpos, peces. En su lugar encontré latas de cerveza, botellas de vidrio, colillas de cigarrillos. Ese día dije qué está pasando y me empecé a preguntar qué puedo hacer para cambiar esto, sabiendo que uno debe comprometerse, poner su granito de arena para cambiar las cosas que lo rodean. Así empecé con esto de prestarle más atención al medio ambiente.

¿Cómo se entiende que proteja al medio ambiente y esté a favor de la minería?

Sin minería tampoco podemos vivir. Si uno necesita una lima quién la va a fabricar si no hay minería. Si tengo que poner un cuadro en mi casa, con qué se fabrica el tornillito del cual se sujetará.

Hoy está el reciclado, pero no alcanza solo con eso.

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¿Cuál es el mensaje para los jóvenes, especialmente, que por allí no ven estas cosas del equilibrio?

Necesitamos que más gente se ponga al frente de estas cosas, de pensar cómo mejorar en base a lo que ya existe.

Todo está por hacerse, por inventar.

Creo que hay que potenciar de nuevo la educación técnica, que tanto bien le hizo a nuestro país. Antes un alumno sabía soldadura, carpintería, tornería, hacía prácticas y ensayos en laboratorios mientras estudiaba en la secundaria. Sus profesores le enseñaban que de eso podría vivir si no podía ir a la universidad, entonces se despertaba un interés muy grande en el chico. Muchas veces yo no iba al parque San Martín de Mendoza a ver las picadas porque era tanto el entusiasmo que me habían dado mis profesores que prefería quedarme en el taller y de paso ganarme unos pesitos (risas).

Mis ambiciones, a esta altura de la vida con 67 años, pasan por cuidarme la salud y marcar un camino para que alguien tome la posta.

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