La puesta en marcha del Malargüe Distrito Minero Occidental II (MDMO 2) representa una decisión estratégica del Gobierno de Mendoza para diversificar la matriz productiva provincial y dinamizar el desarrollo del sur mendocino. Quienes trabajamos en planificación territorial, sostenibilidad y desarrollo rural celebramos esta iniciativa, y creemos que es posible —y necesario— impulsar un modelo minero que conviva con el ambiente, respete la cultura local y potencie las actividades económicas preexistentes.

En ese marco, queremos hacer un aporte técnico y constructivo: visibilizar con mayor claridad el rol fundamental que tienen los puesteros del secano en el territorio malargüino y la necesidad de que esa presencia se traduzca en los futuros Estudios de Impacto Ambiental y Territorial de cada proyecto minero.

En Malargüe existen al menos 1.364 puestos rurales activos, según el relevamiento realizado por la Dirección Provincial de Ganadería. Esta cifra no solo refleja una estructura productiva viva, sino también un entramado social y cultural profundamente arraigado.

Los puesteros practican un sistema de ganadería extensiva y trashumante, con desplazamientos estacionales entre las zonas de invernada (en la planicie) y veranada (en los valles cordilleranos). Esta lógica productiva, heredada de generaciones anteriores y adaptada a las condiciones áridas del territorio, cumple múltiples funciones:

Genera empleo e ingresos en zonas rurales dispersas,

Protege ecosistemas frágiles mediante prácticas sostenibles,

Y mantiene vivas las tradiciones, saberes y la identidad del sur provincial.

Desconocer esta realidad no solo es injusto, sino también técnicamente inaceptable.

Lo que los dictámenes técnicos han advertido

Los dictámenes sectoriales emitidos por la Dirección Provincial de Ganadería, la Municipalidad de Malargüe y otros organismos técnicos han sido claros: la actividad ganadera está presente, activa y organizada en las zonas previstas para exploración minera. Sin embargo, en los documentos presentados hasta ahora —incluido el Documento Marco elaborado por GT Consultora— su presencia es apenas mencionada y no se traduce en análisis territorial específicos ni en propuestas concretas de gestión del conflicto o convivencia productiva.

Entre los 29 proyectos presentados, se han identificado, por ejemplo, más de 100 puestos rurales dentro o en proximidad inmediata a varios de esos proyectos mineros. Aun así, no se han delimitado correctamente los corredores de trashumancia, ni evaluado los impactos sobre fuentes de agua utilizadas por los productores, ni contemplado los posibles efectos del tránsito de maquinaria sobre caminos ganaderos tradicionales.

Tampoco se han diseñado estrategias de consulta, compensación o participación activa de estas comunidades en las decisiones que podrían modificar profundamente su entorno y sus medios de vida.

Una oportunidad para construir un modelo de desarrollo compartido

Desde nuestro rol como consultores en análisis territorial y con experiencia directa en proyectos productivos rurales en Malargüe, consideramos que los futuros Estudios de Impacto Ambiental (EIA) e Impacto Territorial (AIT) deben incluir:

Mapas actualizados de uso ganadero real, identificando puestos, invernadas y veranadas, zonas de pastoreo y caminos de trashumancia.

Estudios socioeconómicos participativos que caractericen a las familias rurales, sus ingresos, estructuras productivas y vínculos comunitarios.

Mesas de diálogo territorial, donde las y los puesteros puedan expresar sus preocupaciones, hacer aportes y negociar acuerdos.

Planes de convivencia productiva, con medidas concretas para minimizar afectaciones y maximizar sinergias entre la actividad minera y la ganadera.

Estas acciones no son un obstáculo para el desarrollo minero. Por el contrario, son la base para asegurar su legitimidad social, sostenibilidad ambiental y viabilidad territorial a largo plazo.

Conclusión

Malargüe tiene una enorme oportunidad de convertirse en ejemplo nacional de cómo la minería, la producción ganadera y la gestión territorial pueden articularse en un modelo de desarrollo justo, resiliente e inclusivo. Pero eso solo será posible si reconocemos, desde el inicio, a los puesteros como actores centrales del territorio y no como figuras marginales.

Apoyamos plenamente el MDMO 2, pero creemos firmemente que su éxito dependerá de cuán profundamente sea capaz de integrar al territorio vivo que lo rodea.

Por Lic. José Luis López, Socio Fundador VETAS Consultora. Ex Coordinador General del Proyecto Integral Caprino en Malargüe.

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