Ya han transcurrido seis meses de este 2025. Han comenzado las vacaciones de invierno en Mendoza y, para muchos, pareciera que el año apenas ha comenzado. Sin embargo, ya estamos en la mitad del calendario y la segunda parte del año estará, sin lugar a dudas, marcada por el contexto eleccionario a nivel nacional, provincial y departamental.
En el plano nacional, el último domingo de octubre deberemos concurrir a las urnas para elegir diputados nacionales. Aún no está confirmado qué día se realizarán las elecciones provinciales para renovar la Legislatura de Mendoza ni tampoco la fecha exacta en la que se elegirá a los concejales en Malargüe. Es probable que se unifiquen las elecciones, y en los próximos días comenzarán a definirse estas cuestiones.
Mientras tanto, creemos oportuno hacer una pausa y reflexionar sobre el escenario que se vislumbra de cara a ese momento en el que, como ciudadanos, debamos ejercer nuestro derecho al voto.

La semana pasada estuvo atravesada, a nivel nacional, por una lamentable escena ocurrida en el Congreso de la Nación. Un grupo de legisladoras se paró frente a un diputado nacional para insultarlo con una virulencia impropia del ámbito institucional, el mismo legislador (José Luis Espert) quien militantes opositores le habían desparramado excrementos frente a su domicilio. Nadie intervino. Muchos se preguntaban qué hubiera ocurrido si ese ataque verbal hubiera sido protagonizado por un grupo de varones contra una mujer diputada. Las respuestas quedan flotando en el aire.
Lo cierto es que la virulencia se está convirtiendo en el terreno en el que se desarrollará esta nueva contienda electoral. El odio parece ser el común denominador. Y sí, hablamos de odio, con todas las letras. Un odio que no distingue entre oficialismo u oposición. Un odio que no deja espacio para las ideas.

Ya no se discuten políticas públicas, no se priorizan los temas trascendentales, ni se habla de las verdaderas necesidades de la gente. Se ha instalado un modo de hacer política basado en la descalificación, en la pelea vacía, en el show mediático antes que en la propuesta concreta.
Todo indica que el calendario electoral será vivido como un superclásico político, un River-Boca donde no se votará por convicción, sino contra alguien. Y eso no puede ser saludable para una democracia madura.

Desde aquí creemos que es tiempo de serenarse. No se trata de elegir al «menos odiador», por decirlo de alguna manera. Como votantes, como ciudadanos, debemos exigir un verdadero debate de ideas. Necesitamos escuchar propuestas claras, reales y posibles en materia de infraestructura, economía, salud, educación y desarrollo social.
¿Estará la clase política a la altura de estas circunstancias? Esa es la pregunta que nos hacemos hoy. Y la respuesta, como siempre, estará en nosotros: en cómo votamos, en qué valoramos, en qué exigimos.
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