Por Hebe Casado 

Probablemente, para muchos ya no tenga sentido preguntarse qué podría haber sucedido si las decisiones que tomamos en el pasado habrían sido distintas. Sin embargo, cuando consideramos la posibilidad de retroalimentar lo que ya hemos hecho, e intentamos mejorar, es necesario mirar en retrospectiva, analizar causas y efectos y retomar lo que hayamos emprendido con un enriquecimiento a partir de la crítica. Tengo como premisa siempre que hago una crítica o una sugerencia, tener una propuesta superadora según mi criterio. Cuando el Ministro de Salud, negaba la posibilidad de llegada del virus a Argentina, solicité que mejoraran los controles de las personas que llegaban al país, porque consideraba que una simple declaración jurada no era suficiente. Cuando se vislumbraba la posibilidad de cuarentena estricta, junto con un ingeniero diseñamos un proyecto que proponía manejar de otra manera la pandemia. Consideramos que era cuestión de cómo ocurre en física, solucionar un problema de flujos. Los flujos de personas y los flujos de información. Nos parecía más lógico aislar a los enfermos, que aislar a más de 40 millones de personas sanas. El primer flujo que habría que controlar es el flujo de detección de pacientes infectados.

Las estadísticas españolas demuestran que el 80% de los infectados tiene síntomas leves como tos, fiebre, expectoración y malestar en general, el 20% puede tener manifestaciones clínicas más graves como neumonía y otras complicaciones clínicas y que los pacientes a los que los afecta con más intensidad son aquellos que tienen HTA, diabetes, enfermedades cardiovasculares o respiratorias crónicas o son mayores de 60 años.

Para esto, la experiencia de Corea del Sur nos muestra cómo ha evitado reducir la cantidad de contagios y evitar el colapso de su sistema sanitario con una aplicación para el teléfono móvil. Aquella persona que presenta síntomas de covid-19 solicita turno mediante la «app» misma, dejando todos sus datos personales y síntomas. La aplicación le otorga un lugar y una hora donde debe presentarse para realizar el correspondiente hisopado que en el caso de Corea del Sur podían ser en playas de estacionamiento, parques o cualquier lugar espacioso a fin de evitar la llegada de infectados a hospitales. Al cabo de un tiempo, la aplicación le informa al paciente si posee o no el virus. En caso de ser positivo, y teniendo en cuenta los síntomas y el riesgo propio del paciente la aplicación asigna una cama en un hospital o fija la cuarentena domiciliaria que es controlada por un sistema de georreferenciación que posee la propia aplicación. A su vez, el sistema posee datos en tiempo real sobre el avance de la pandemia identificando zonas calientes que permitirá la toma de decisión en forma anticipada.

El segundo flujo que habría que tratar controlar es el flujo de pacientes infectados que por su gravedad necesitan alguna asistencia y evitar llegar a la capacidad máxima instalada del sistema de salud.

Entendemos que el error que han cometido otros países consiste en utilizar a los hospitales como centro de aislamiento de pacientes contagiados cuando en realidad deberían hospitalizarse sólo aquellos pacientes que por la gravedad de sus síntomas, su situación inmunológica, de edad, o de enfermedad preexistente lo requieran. Así, de esta manera, se evitaría colapsar el sistema de salud cuando existen infinidades de otras enfermedades además de este virus que requieren cuidados especiales en nosocomios.

Finalmente el tercer flujo que debe controlarse es el flujo de la información, donde el gobierno debería ser inflexible con aquellos que escudándose en el secreto de las fuentes transmiten información no verídica y que siembran el pánico en la población con noticias o datos infundados a través de un sistema de información único, con canales oficiales, con una información clara, precisa y adaptada, eso traería calma a la población que ansiosamente busca seguir la evolución de este hecho histórico mundial.

Cuando se toma una decisión, y sobre todo en un sistema republicano y democrático donde la ciudadanía debería estar atenta para corregir el porvenir de sus representantes, se debe prever cual va a ser el efecto positivo, pero también el negativo. Este análisis, durante la coyuntura inicial del proceso de cuarentena, se comunicó desde el Gobierno Nacional, bajo la disyuntiva «salud o economía». De esta manera, el efecto positivo era cuidar a la población, y el negativo era que esta población debería abstenerse de producir riqueza, ¡simple!

Resulta, que nada en lo que concierne a la actividad humana es simple, todo lo contrario, nada escapa de la complejidad. Sin embargo, las simplificaciones tienen un enorme potencial comunicativo, cuando a los humanos nos presentan una idea fácil de entender nos aferramos rápidamente para contrarrestar la cantidad de sinsentidos que nos rodean. Ni hablar cuando la simplificación nos infunde el miedo a la muerte y nos relaja la «ambiciosa» persecución de generar riqueza. Considero, que la tan aclamada cuarentena, que les ha valido de un enorme beneficio en términos de legitimidad a todo político que la apoyara sin titubear, ha sido exageradamente restrictiva y con efectos generales mas negativos que positivos.

La detención de la generación de la riqueza, tiene un efecto totalmente directo sobre quienes deberían ser el principal foco de atención en cualquier política pública: quienes están en situación de pobreza. El 70% de nuestro empleo está en las Pymes, en ellas, no solamente trabajan sus dueños (que no están exentos de dificultades para llegar a fin de mes), sino que también suelen tener empleados, éstos, son los más perjudicados, son los primeros en cruzar «la línea» que separa a la clase media, de no tener las necesidades básicas cubiertas.

Si los efectos económicos fueran solamente una restricción del mercado, cualquier keynesiano respondería sin titubear: ¡es hora de la inversión estatal! Bueno, malas noticias, el Estado no tiene manera de invertir, porque Argentina tiene un problema de financiamiento estructural que se corresponde con irresponsabilidades fiscales de sucesivos gobiernos populistas que nos han dirigido a lo largo de la historia. Y en este contexto, está más claro que nunca: sin Mercado, no hay Estado, y viceversa. No hay recaudación, no hay generación de recursos genuinos, estamos atados a la emisión monetaria, que encima el Gobierno Nacional reparte a discreción y que no tardará en tener efectos inflacionarios, cuando no hiperinflacionarios.

En fin, resumidos los efectos negativos del aislamiento, es hora de recapacitar ¿qué podríamos haber hecho? Como primer respuesta, no comunicar la disyuntiva «salud o economía». Ambos, son necesariamente complementarios, sin economía no hay recaudación, no hay inversión en salud, hay preocupación, paranoia y más pobreza.

La propuesta, debería haber consistido en un manejo responsable de flujos de personas e información. Mantener a los grupos de riesgo aislados en sus casas, al igual que a todos aquellos que hubieran presentado síntomas relacionados a los del COVID-19. Mantener un seguimiento específico de cada caso, que es posible mediante apps, páginas web y consultas telefónicas. Por supuesto, preparar infraestructura para la recepción de casos graves, y elaborar un plan estratégico para ordenar la contención del virus.

De esta manera, se aíslan posibles casos y grupos de riesgo, se hace un seguimiento exhaustivo, y se prepara el sistema de salud. Dos semanas de cuarentena en el momento indicado habrían bastado para llevar adelante este ordenamiento sin poner en riesgo a la población y ganando tiempo.

Como toda política pública, depende en enorme medida de la colaboración de la población. Para ello es necesario controlar los flujos de información: comunicar, comunicar, comunicar. Poner al tanto de los protocolos mediante todos los medios posibles, 2 metros de distancia, tapabocas y responsabilidad. Ello es suficiente para detener la circulación del virus. Todo esto, acompañado de un control fronterizo adecuado en la provincia y en cada departamento: 15 días de aislamiento para toda persona que ingrese al territorio.

Estas medidas, habrían significado una considerable disminución de los costos psicológicos, sociales, económicos y sanitarios que tuvimos y tendremos que afrontar en este histórico período.

Como se expuso al inicio, el sentido de estas propuestas no es llorar sobre lo irrecuperable, es más bien orientar el nuevo curso de lo que nos depara. Nunca más la sociedad debe priorizar el miedo instintivo sobre el razonamiento y la ciencia. Los costos son realmente profundos, no hablamos de avaricia y acumulamiento cuando nos referimos a la economía, sino a pobreza, a no satisfacer necesidades mínimas: a pasar hambre y frío y por lo tanto poner en riesgo nuestra salud.

La imperiosa necesidad de derribar el mito de la disyuntiva «salud o economía» fue el principal motivante de este artículo, pero también considero ineludible ser propositiva, ya que lo que hagamos cada uno de estos días definirá la intensidad de la crisis que se nos avecina, y que será mundialmente sin lugar a dudas inédita. Ánimo, y a trabajar responsablemente, hay mucho por hacer.

Inmunóloga y Diputada provincial PRO Cambia Mendoza, Dra. Hebe Silvina Casado.

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